Por su valor de uso, la criptomoneda está muy sobrevalorada. No obstante, casi todos inversores hasta el momento la han adquirido por la expectativa de una continua subida de su valor de cambio. Por tanto, si el flujo de nuevos compradores sigue llegando como lo hizo durante el año pasado y la retirada de los actuales inversionistas es insignificante, su precio puede seguir subiendo.
Desde mi perspectiva, es una burbuja digna de un manual de inversión. No obstante, considero que esta puede continuar hinchándose hasta que uno de los tres siguientes factores provoque su estallido: una continuada y considerable subida de los tipos de interés en EEUU, la expectativa de una rápida circulación de las monedas digitales emitidas por los principales bancos centrales y la venta masiva del activo por parte de algunos de sus grandes tenedores.
En el 2022, el tercero es el que tiene mayores posibilidades de desencadenar una elevada caída de su cotización. En el actual ejercicio, la Reserva Federal solo tiene previsto subir el tipo de interés hasta el 0,75%. Además, los proyectos de generación de divisas digitales por parte de los principales bancos centrales están escasamente maduros. Por ello, me parece casi imposible que los hagan realidad ni en este ni en el próximo año.
No obstante, ante las elevadas plusvalías potenciales acumuladas, puede suceder que una parte significativa de los 1.755 inversores que controlan el 38% de su oferta se vea afectada por el mal de altura. Es el vértigo que padecen algunos cuando los activos donde han invertido han logrado una elevadísima revalorización y llegan a la conclusión de que la posible rentabilidad extra proporcionada por nuevas subidas de su cotización no compensa el riesgo incurrido.
En resumen, entre las inversiones conservadoras, la vivienda es con mucha diferencia la mejor alternativa para 2022. El plus de rentabilidad generado por el efecto apalancamiento y la existencia de un boom inmobiliario en el mercado de venta la hacen una opción muy atractiva. Combina un escaso riesgo y la expectativa de una elevada ganancia.
Entre las arriesgadas, mis preferidas son las acciones a precio de ganga. Históricamente, hay buenas empresas que pertenecen a sectores castigados por la pandemia, como el turismo y la banca. Especialmente si el Covid-19 se convierte en una simple gripe, el crecimiento de la economía mundial supera con holgura el 5,5% y la tasa de inflación en los países desarrollados en el segundo semestre sigue por encima del 3%.
En relación a la primera criptomoneda creada, cualquier expectativa de aumento de su cotización no compensa el riesgo incurrido, pues su precio es claramente excesivo para la utilidad que posee. No obstante, no lo ven así los pequeños inversores deslumbrados por las elevadas subidas de su importe en el reciente pasado.
Las inversiones deben ser observadas con el ojo derecho que vislumbra la rentabilidad y el izquierdo que detecta los peligros existentes. La inmensa mayoría que decide taparse el segundo, más tarde o más temprano acaba convirtiéndose en la cara B del rey Midas, pues consiguen transformar importantes plusvalías potenciales en escasas, nulas o en pérdidas.